Montenegro (Comedias bárbaras)

Cuando parece que se impone la moda de alargar las adaptaciones literarias hasta límites insospechados, Ernesto Caballero se atreve a condensar las Comedias Bárbaras  de Valle-Inclán en algo más de tres horas. Nadie se va a atrever a decir que el texto del maestro es malo, faltaría más, pero quizá queda deslucido al forzar una representación de más de 3 horas.

Sin embargo, ahí está el Centro Dramático Nacional apostando por los clásicos al uso y llenando con ellos. ¿Quién si no?

Montenegro es una historia de extremos, la majestuosidad de una estirpe llevada a lo más decadente de su propia naturaleza. Un viaje entre lo profano y lo sagrado, de lo virginal a lo sobrenatural. Esta obra juega con todo y no tiene miedo a la hora de hacerlo, Valle-Inclán era teatro puro. Y al frente de todo, Don Juan Manuel. Un hombre al que odiar y admirar, un rey sin trono en sus dominios.

En escena aparecen más de 20 actores, muchos de ellos desdoblándose en varios personajes, y ninguno queda como simple relleno. Esto no es fácil de manejar, he visto obras donde sobraban dos en un trío, y Caballero ha sabido jugar con los ejercicios más básicos del teatro gestual. Seguro que ninguno esperaba volver a realizar los ejercicios más básicos de su enseñanza. Todos ellos están apoyados en una escenografía sencilla que con dos elementos consigue el cambio de lugar.

Un gran trabajo actoral donde cabe destacar a Ramón Barea, demostrando que su Premio Nacional de Teatro no ha sido una casualidad porque lleva a tragedia en las venas. No me gustan los tópicos, pero él es un auténtico animal escénico y aquí saca las garras. Idéntica pasión a la de Ester Bellver en su papel de Pichona, la parte esotérica de la obra junto a la locura y oscuridad del Fuso Negro de Edu Soto. Tampoco me puedo olvidar del desvergonzado Galán de Janfri Topera, la potencia de David Boceta como Cara de Plata o el temple de Alfonso Torregrosa, entre otros.

Opinión personal: no es fácil mantener el interés del espectador durante más de 3 horas, incluso hay veces que a los 3 minutos ya has perdido su atención, pero Montenegro lo consigue. Si tuviera que poner una pega sería el último minuto, me choca ese corte con los hijos de D. Juan Manuel tras lo épico de su final. Una obra de difícil adaptación que conseguiría más reconocimiento del público si no se viese tan alargada su duración estimada. Nunca olvidaré a la señora que subía las escaleras aplaudiendo para irse a casa.

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