Confesiones a Alá

María Hervás. Llevo varios días pensando sobre lo que quiero contar de Confesiones a Alá y en mi cabeza solo aparece María Hervás. ¡Qué maravilla de interpretación! Dos horas de un monólogo intenso y duro con continuos cambios de registro que llevan a María desde la inocente niña a la sufrida mujer. Una perfección en constante ascenso.

El texto es la adaptación de Arturo Turón, director de la obra, del texto Confidences à Allah de Saphia Azzeddine. Una conversión del monologo al teatro casi literal, con pequeños cambios para respetar la vida de Jbara. Se nota que Arturo confiaba en María para defender a esta mujer desde el principio al final, sin pasar por alto los momento más sórdidos y sexuales de su vida. No suavizar nada ha sido un gran acierto.

La historia es sencilla, dentro de su complejidad, ya que no deja de ser la vida de una persona y su linealidad en el tiempo ayuda a no perderse en ningún momento. Conoces a Jbara y te enamora con su franqueza e inocencia, no tiene miedo a decir lo que piensa al público. Una joven que es "pobre y vive en el culo del mundo". En principio parece que no tiene nada que perder, pero al quedarse embarazada será desterrada y tendrá que salir adelante. Aquí comienza una maduración instantánea, los golpes de la vida como suele decirse.

No quiero destripar mucho más de la historia, es mejor dejar que os sorprendáis si tenéis la oportunidad de disfrutar con el arte de María o leyendo el propio texto de Saphia. Una crítica constante a la represión de la mujer por el hombre y la defensa de su rebeldía para salir adelante por ella misma. "Mi padre es un ignorante, pero él lo ignora", asegura Jbara y te ríes con ella, una risa de dolor. María sabe empatizar con el público y te lleva a sentir lo que su personaje siente, juega con tu impotencia ante una situación que vemos lejana y, normalmente, a través de una pantalla.

La obra critica a la religión que le ha tocado en ese momento, pero es un discurso tan universal que podría aplicarse a otra situación a miles de kilómetros y eso es lo que le hace tan grande. María lo vive, es una actuación desde las entrañas, parece haberlo sufrido, e incluso el trabajo de su acento te mete hasta el fondo. Estamos ante una de esas interpretaciones que podrían servir de ejemplo en las clases de arte dramático. Cuando consigues que el público se mantenga atento durante dos horas y al final se levante para aplaudirte, has hecho un gran trabajo y esa fue la reacción en mi pase.

La sala no es la idónea para esta obra, la parte técnica es un caos. Pero hay que ser comprensivos, cada día de la semana hay un montaje diferente y es casi imposible adecuar los focos y el espacio al gusto de todos. Aquí se juega con eso y encima hay que dar gracias por tener la oportunidad de estar en un teatro. Es una pena, pero es la realidad. No todos tienen la suerte de ser los únicos en el cartel. Sin embargo, no pasa nada. María es perfecta, consigue lo imposible, cuando actúa me olvido de todo y viajo a su lado por el Magreb.


Opinión personal: esta vez sí que no tiene este párrafo. Creo que ha quedado muy claro que me quedo con la interpretación de María Hervás por encima de todo. Una firme candidata para ganar todos los premios a Mejor Actriz de la temporada. Arturo Turón se lanza al teatro por primera vez con este texto y ha dado en la diana, simplemente espero que sepan apreciarlo y llegue a donde tiene que llegar. De momento, podéis ver Confesiones a Alá los lunes en el Teatro del Arte, más adelante deberían llenar a diario un espacio mayor.

Actualización: desde el 25 de junio, Confesiones a Alá se puede ver en el Teatro Lara de Madrid.

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