Glorious, la peor cantante del mundo

Todo comienza con la presentación de Cosme McMoon (Mamón), no es nombre artístico, situando al público en el espacio y el tiempo. Alrededor de los años 30, y con un piano en escena, nos va contando como fue su relación con la excéntrica "soprano" Florence Foster Jenkins.

Se comenta que la diva comenzó su carrera en 1912, el mismo año que tuvo lugar el hundimiento del Titanic. Las malas lenguas dicen que las tragedias nunca vienen solas.

Las herencias familiares suelen ser un motivo de sufrimiento, en este caso todos sufrimos por el dinero que dio pie a esta "artista".


"La gente puede decir que no sé cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté", así contestaba a las críticas. Una mujer sin complejos, convencida de su talento y con dinero suficiente para pagar su capricho, cantar. Así consiguió grabar nueve arias en cinco discos, y todo a la primera porque "si no sale bien la primera vez, no va a mejorar por repetirlo".

Un escenario sencillo que puede dar mucho juego con los escondites secretos. La amiga de la señora Foster Jenkins, que se parece asombrósamente a su asistenta y también a una exaltada melómana. Interactuando con el público consiguen que la figura de Florence se gane el cariño de sus fans y sienta el fervor del patio de butacas. Una obra que baja su telón en el Teatro Compac de Gran Vía, pero que seguramente de mucho que hablar en otras tablas.

Llum Barrera, actriz que podemos ver actualmente en la serie de TV3 Polseres Vermelles, se encarga de desafinar a la perfección en la piel de Florence. McMoon comenzó siendo Ángel Ruiz, como vemos en el vídeo, y en su última temporada es sustituido por Richard Collins-Moore, un acento inglés de nacimiento que viene a la perfección para el pianista descarado. El reparto lo completa la cómica Alejandra Jiménez-Cascón, una actriz muy versatil que lo demuestra con sus tres personajes.


Opinión personal: Glorious es una de esas obras que te demuestran que no hace falta llenar un escenario de actores para conseguir que el público no se aburra. Yllana son maestros en lo que a comedia se refiere y aquí lo demuestran con su dirección. Con una interpretación muy buena, especialmente la de Llum Barrera que con cada gesto y nota hace reír al patio. En definitiva, esta obra se resume como la propia Florence, sencilla pero impactante.

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