Entrevista a La Joven Compañía por 'El señor de las moscas'

Ser joven no es sinónimo de ser inexperto o inculto. Cada uno es libre de elegir su futuro y puede apostar por el salvajismo o la cordura, aunque en algunos casos el punto intermedio es el auténtico acierto. La Joven Compañía sabe jugar sus cartas y apuesta por El señor de las moscas del premio nobel William Golding. Una obra donde la juventud y la madurez se mezclan y revuelven con el odio y la locura absoluta.

Hablamos con los componentes más "tranquilos" de la compañía y responden con tanto humor como sentido común.

Después de tanto tiempo representando El señor de las moscas, debéis ser unos expertos en islas desiertas. ¿Qué tres cosas os llevaríais?
Raúl Pulido: Yo creo que mucha comida, libros porque necesito entretenimiento y gente, amigos para no estar solo.
Jesús Lavi: La gente no son cosas...
Víctor de la Fuente: Hay algunos que sí, como tú (risas). Yo me llevaría amigos porque si no creo que te puedes volver loco. Comida, obviamente, el agua cuando llueva. Y... un calzado para no destrozarme los pies.
J.L: Comida...
V.F: ¡Un arco para cazar, claro!
J.L: No, no, no, a mí no me gusta cazar. Yo me llevo comida. Gente... y ya que vas a una isla, una toalla para secarte (risas). Porque te bañas 'en bolas', pero hay que ser un poco higiénico...
Alejandro Villazán: Un libro, el más gordo por si estoy mucho tiempo, algo para escuchar música y comida, fruta, mucha fruta.
V.F: ¡UN MECHERO! ¡LO CAMBIO POR LA GENTE! (Risas)
J.L: Cambio mechero por toalla (más risas).
A.V: Yo cambio la fruta por una chica para que la especie no se extinga.
V.F: Pero te vas tú solo a la isla desierta, los demás seguimos en nuestras casas (risas). Y esta era la primera pregunta, la fácil...

Los Simpson también se atrevieron a adaptar El señor de las moscas, ¿qué tiene La Joven Compañía que no tengan Bart y Lisa?
Los Simpson - Das Bus
J.L: Gente de verdad.
V.F: Ellos lo enfocan de una manera más cómica, en su línea, y nosotros intentamos que el público se lleve la sensación que quería transmitir Golding con la novela, la de saber lo que tenemos dentro y hasta dónde podemos llegar, y que se vaya cada uno con su reflexión. Los Simpson me fascinan, pero nosotros vamos a por la finalidad que buscaba el autor.
A.V: La diferencia más obvia es que nosotros estamos en un teatro y es una sensación más satisfactoria.
R.P: Nosotros lo hacemos para el público, para un público de nuestra generación.

Público de vuestra generación, pero el texto cumple 60 años en septiembre. ¿Creéis que se mantiene fresco el espíritu de la novela?
R.P: La novela es una analogía de la Segunda Guerra Mundial y, como se suele decir, la historia es cíclica y se repite. Yo creo que las guerras, las dictaduras, los abusos de poder, la violencia del ser humano están de actualidad, lo podemos ver con el conflicto en la Franja de Gaza, por ejemplo. El tema del mal en el ser humano está presente y podemos cuestionarnos si existe el mal como algo natural en los hombres. Hace poco salió un estudio de la fundación Bill Gates con las especies más letales para el ser humano y la primera era el mosquito, seguida por el propio ser humano. Es interesante porque el mosquito no mata directamente, transmite la enfermedad, pero el hombre sí lo hace con intención.

(Llega María Romero de ensayar) No te vas a librar, ¿qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?
María Romero: ¡Hala! (Risas) Me llevaría... ¿vale un teléfono? Pero no funciona... ¡UNA RADIO, UNA RADIO! Para buscar ayuda si me apetece. Me llevaría... (le hacen gestos para que diga un mechero) ¡UN MECHERO! (Risas) Y un tío (risas).
V.F: Os podéis ir juntos Villazán y tú (risas).
Alejandro Villazán, Raúl Pulido, Víctor de la Fuente, María Romero y Jesús Lavi

Decíamos que el hombre es la segunda especie más letal para el hombre. ¿Os gusta ser malvados, ser salvajes?
V.F: Precisamente aquí no hay ninguno de los malos, malos de la obra (risas). Lo que veo en El señor de las moscas no es que simplemente pierdan las normas, sino que pierden parte de humanidad. Cuando pierdes el apreciar la vida de otro que es igual que tú, en ese momento te has vuelto de un salvaje que no me gusta. Ser libre y estar menos encorsetado en la sociedad sí me gusta, que no sea todo como marcan los de arriba, pero manteniendo el interior.
A.V: Yo creo que la maldad es algo que es innato del ser humano, luego aflora en mayor o menor medida y se puede disfrutar de esa maldad cuando haces algo conscientemente. Así que sí, se disfruta siendo malo, pero con un grado de precaución, claro.

Si es algo innato, ¿un recién nacido lleva el mal dentro?
A.V: Creo que va unido a la razón, cuando tienes razonamiento como individuo.
V.F: Leí un artículo que decía que el ser humano puede ser violento porque tiene capacidad creativa; los animales somos agresivos por supervivencia o protección, pero el hombre aprende cómo hacer daño. Un bebé no es malo al nacer, aprende con el tiempo que si pega puede hacer daño y es en ese momento cuando es malo si lo usa con ese fin.

Nos estamos poniendo muy filosóficos y todavía no hemos comido, así que vamos a cambiar un poco. Habéis hecho clásicos y teatro contemporáneo, ¿qué obra os gustaría hacer ahora?
V.F: Comedia, queremos hacer una comedia.
R.P: Sí, nos falta un Shakespeare y una comedia. Me apetece mucho una comedia.
M.R: La compañía trabaja con lo que llamamos el consejo de sabios, un grupo de docentes que junto con el equipo directivo seleccionan obras muy variadas para los jóvenes. Por eso podemos ir desde Fuenteovejuna a El señor de las moscas.

Volviendo a la obra, ¿hubiese sido diferente con mujeres en la isla?
J.L: Sí. Esto lo hemos hablado muchas veces y en la obra destaca mucho la testosterona masculina que te lleva a lo salvaje, a ver quién es el más macho.
M.R: Y si en la historia introduces a una chica, estaría el problema de meter el fondo del amor, de la sexualidad, de qué pasa entre chicos y chicas porque aunque son niños, están solos y no hay normas.
R.P: No sería tanto luchar por el poder, sino luchar por una chica.
J.L: También creo que se podría hacer solo con mujeres. Pero uniendo a ambos sexos, no. Ellas también se volverían salvajes porque tienen ese lado.
M.R: Claro que sí (risas). Las mujeres somos seres humanos también.

Ralph, Jack o Piggy, ¿cuál sería vuestro líder en la realidad?
R.P: Me iría con Ralph, no por ser el más lógico sino porque no me gusta hacer el salvaje, me gusta tener las cosas controladas. Aunque terminaría con los otros porque no quiero estar bajo el yugo de los salvajes.
V.F: Opto por Piggy porque es el único que no pierde la idea de salir de la isla y estás perdido cuando dices que te quedas ahí. Quizá es muy pesado con las normas, pero prefiero eso al salvajismo.
A.V: Ahora tendría ese pensamiento de salir de la isla, pero creo que hace unos años me habría ido con los salvajes casi seguro.
J.L: Aunque está feo que lo diga, me iría con Piggy (risas porque es su personaje). Es lo que dice Víctor, es el único que lucha por salir de la isla y el que tiene las cosas claras.
M.R: Yo me iría con los salvajes por pura supervivencia (risas).

Última escena, oscuro y baja el telón. ¿Qué sentís en ese momento?
V.F: Eso es para entrar con una cámara y verlo. La emoción, la adrenalina, el miedo. Entras cargados de 20.000 cosas, de furia (un guiño a los talleres que organiza La Joven Compañía).
M.R: El señor de las moscas es una novela muy dura a pesar de ser de aventuras y creo que de alguna manera te toca y aunque no te cambie la vida, te marca sí o sí. Por muy mal que lo hagamos (risas), la historia, la escenografía capitaneada por Silvia de Marta, la música de Mariano Marín, el texto de Collado o la iluminación de Cornejo hacen que te llegue. Esos oscuros en el montaje te emocionan, aunque se avisa para que los niños no se alteren.

¿Hace falta avisar de los oscuros hoy en día?
M.R: Sí, porque quizá no hay mucha costumbre de ir al teatro, los niños puede ser su primera vez y se revolucionan.
R.P: Se avisa por si acaso, pero creo que llega un punto en el que están tan metidos dentro de la historia que no reaccionan de una manera tan exagerada como cuando nosotros éramos unos chavales y nos volvíamos hooligans. Este proyecto nace para llevar el teatro al público adolescente y hay que tratarles de tú a tú y no tratarles de una manera especial o haciendo pantomima. Ellos exigen ese trato de adultos, no es un teatro infantil.
J.L: Y precisamente esta función menos.

¿Quizá es un texto demasiado adulto?
R.P: Como dice David Peralto, nuestro director artístico, nosotros no vamos a contar historias que no les interese o las vamos a censurar. Ahora con 12 años tienen videojuegos violentos y El señor de las moscas les lleva por muchas emociones y les habla de grandes temas para reflexionar.
M.R: Se pueden ver reflejados porque los personajes son de su misma edad y nosotros somos gente joven que les podemos enganchar también. Son ingredientes que hacen que los adolescentes quieran conocer más nuestro trabajo.

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