Cerda

En la calle de los Abades, junto a un trébol de la buena suerte, se encuentra el convento del Santo Membrillo. Un lugar con unas monjas muy particulares que nos enseñarán la receta del dulce de la fruta para comenzar. Un paso necesario para adentrarte en lo absurdo del lugar. Aquí hay que jugar y meterse en su locura, de nada sirve preguntarse por qué hacen lo que hacen, esta es su casa.

La casa de la portera cede sus habitaciones a una Cerda con letras de oro y raso malva. Una inquilina anclada en la comedia absurda y surrealista.

Me gustaría contar algo sobre la historia, poder describir lo que vi entre aquellas ocho paredes, pero prefiero no decir más de lo que ya he dicho y de lo que se puede ver en su cartel. Cuando te enfrentas a Cerda, estás luchando contra un alma que lo ha perdido todo y lo devuelve transformado. Un convento con sus secretos y misterios que quizá no son nada al lado de lo que esconden los de verdad. Pero ese ya es otro terreno de juego.

El texto de Juan Mairena es un fantástico festival de alusiones, referencias y chascarrillos que van desde el detalle más clásico del teatro, como el recuerdo de Teresa de Jesús, a la broma más actual con el saturado "relaxing" de Ana Botella. Un arma de doble filo para los que conozcamos la mayoría de los elementos, porque puede llegar un momento en el que te satures, pero ver a Dolly recitar al puro estilo Blade Runner es algo memorable. No hay nada más dañino que un libreto que oculta sus verdades en los chistes más banales, el golpe del despiste.

En escena podemos ver a cinco actores muy marcados, aunque son tres los elementos imprescindibles. En un extremo está Dolly, la locura y el surrealismo en estado puro. En el otro, la serenidad y seriedad absolutas de Soledad Rosales. Entre estos dos puntales está Inma Cuevas jugando a ir de un lado a otro sin ningún tipo de miedo y con un control absoluto de la situación. Es una maravilla ver cómo ríe y llora al mismo tiempo, nunca había visto darle tanto sentimiento a Parole, parole. María Velesar y David Aramburu completan el reparto con unos personajes en la línea de lo absurdo y necesarios para avanzar en la historia.


Opinión personal: creo que ha quedado bastante claro a lo largo del texto, como casi siempre, lo que opino de esta obra. Es una comedia y me he reído, es absurda y lo sabe. No absurda en el sentido negativo, es absurda en su extravagancia y de eso Dolly sabe un rato. Su marca está presente y donde pisan sus tacones queda la huella, sin embargo le ha salido una competidora muy dura. Inma Cuevas arrasa, me enganchó desde el primer segundo. Siento decantarme por uno de los actores, tenía que darle sentido al comienzo de este párrafo, pero es que la maestría de Inma es sublime.

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